jueves, 10 de abril de 2008

Me sorprende la sorpresa

“Aquí me pongo a contar motivos de un sentimiento…”. Desde hace ya unos cuantos años vengo disfrutando de un manjar al alcance de todos pero que no mucha gente sabe apreciar. Hace tanto tiempo que lo como, que vagamente me acuerdo de la primera vez. Yo era un joven que correteaba por las calles del pueblo levantando las faldas a las niñas que más tarde se dejarían, cuando venía a casa de la piscina bajo un sol demoledor y tenía un bocadillo de dos bocas de alto y un cúbito de largo. Con eso y con una Coca-Cola me iba de nuevo con mis coleguillas al pinar a planear como podríamos hacer una casa de madera en un árbol.

El caso es que entre las dos rebanadas de pan sobresalían los bordes de rodajas de Chóped. Pero no de cualquier forma o como todos os imagináis, no, sino rebozado, es decir, pasado primero por harina y luego por huevo batido. Lo explico porque no todo el mundo tiene claro en qué consiste el rebozar ni las diferencias entre rebozado y empanado. De esa forma y con unas rodajas de tomate natural, era el más feliz de todos.

Lo hacía tanto que me empezó a parecer de lo más normal. Hasta que ya en Valladolid capital me dio por comentarlo a un colega y desde entonces cada vez que me llama por teléfono y le digo que me ha pillado cocinando, con sorna y entre carcajadas, me pregunta que si es mi especialidad.

Ahí empecé a entender la curiosidad que levantaba el asunto. Sin embargo, no fue hasta que vine a este país, cuando me di cuenta realmente de lo raro que era para las demás personas este delicioso plato. Inquilinos de esta residencia, de otras, gente que ha venido de visita, los que pasaban por aquí, italianos, franceses, etc. se han sorprendido de ello ante mi propio asombro por su sorpresa. Ya, a estas alturas de la película, no me molesta los típicos comentarios de “¿el chóped?” o “¿rebozas el embutido?” y demás impresiones del palo.

Ahora, todos esos valientes que se han reído de mí y de mi buen hacer culinario, que tengan los suficientes arrestos para dedicar a la receta, las mismas observaciones delante de la persona que me lo inculcó: mi madre. Tendrán la ocasión en breve.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que sí, que nos mofamos, pero no puede ser planto de mal gusto cuando pones cara de éxtasis en cada bocado que das.

Aquí estamos para aprender y no negaré que una extraña receta me llevo en el corazón y cada vez que la haga (si algún día me atrevo) cada mordisco te lo dedicaré, a ti, mi maestro ;)