lunes, 28 de abril de 2008

Como en casa

Ahora desde la tranquilidad y el relajo puedo contar la visita de la familia. Ahora miro la habitación y me viene grande. Confieso que soy bastante maniático con ciertas cosas y me molesta que me cambien los artilugios de sitio o me digan “esto es mejor así”, si está así es por algo. En fin, que también me he llevado lo mío: su ración de chorizo, chóped, tomate, una camiseta sin manchas y un lavabo limpio. Y más.

En un solo día nos pateamos CPH. Esperaba la reacción al entrar en Cristiania, en concreto la de mi madre:

- Vámonos anda.

Lo que no me esperaba es que mi padre se dirigiese al dueño de un kebab (que no entendía ni el inglés) con mano alzada y un español de taberna:

- ¡Jefe! Cierro la puerta, que entra corriente.

El pavo no se enteraba y yo intentaba salir del paso como podía. Tampoco pensé que calentar unos vasos de leche era tan complicado.

También fuimos a ver el castillo de Hillerod y el parque de los ciervos sin ciervos esta vez, o muy pocos. Pero vimos el mar, que para los castellanos no es tan común. Cinco días dan para mucho, incluso para perder mi añorado macuto de euro y medio, con el cariño que le tenía.

Realmente, he empezado por el final, porque el principio fue la visita de Elena y su amiga Sara. Es lo que tiene coger vuelos sin preguntar antes. Pero aun sin mi compañía visitaron el santuario del que ya he hablado en más ocasiones: el Kulorbar. Un vecino las acogió amablemente para sacarles de fiesta, pero sin ánimo de lucro, no penséis mal.

En los créditos de la película debería aparecer el agradecimiento a Jimmy y María Ávila (procedente de Gil) por ofrecer algo mullido donde dormir y a la Mary por completarlo con un techo. Y a todos en general por sacarme de un charco de barro en el que me había metido hasta las sobaqueras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

JEJEJE LA FAMILIA NORIEGA DE VISITA EN DINAMARCA, Q BONITA FOTO PARA LA MESILLA DE NOCHE EH??

MARTA