domingo, 11 de noviembre de 2007

Del viaje a Oslo

Pues de lo que viene siendo Oslo city, es más bien una excusa. Porque la miga ha estado, como era de esperar, en el barco. Imaginaos a un montón de Leonardos Di Caprios en Titanic, pues eso éramos nosotros. No lo digo tanto por el físico como por la situación. Montón de estudiantes metidos en la planta más baja del barco en unos camarotes. Tenían más prioridad los coches que nosotros, que estaban por encima. Pero bueno, no importa lo más mínimo mientras haya un sitio donde tumbarte. De todos modos, estaban geniales las cabinas.

Nos montamos en el barco el viernes a mediodía y esa misma tarde ya estábamos pintando, coloreando y saltando en un castillo hinchable en lo que parecía una discoteca adaptada en esos momentos como guardería. Cosas de niños. Y no es que lo seamos, es que somos españoles y si vemos algo que nos pueda entretener pues hacemos uso de ello. Ahí quizá empezaron a conocernos los seguratas y a atarnos en corto. Por la noche estuvimos en un karaoke desafinando y asesinando canciones. Pero nos cerraron tan pronto que a nosotros nos pareció un sacrilegio y una falta de respeto a la cultura española. Así que seguimos a lo nuestro dando voces y molestando al personal en cualquier rincón con el consiguiente enfado de los maderillos que, alucinando, intentaban controlar este rebaño. Al final, nos acompañaron amablemente a la cama y se cercioraron de que todo estuviera en orden, bien en las cabinas, bien en la cárcel.


Ya por la mañana tocaba visita a Oslo city. La impresión de la ciudad es: “bueno, no está mal, pero quizá no se merezca los precios que hay que pagar por todo”. Nos llevaron en visita guiada a un parque con mogollón de esculturas y también donde la peña noruega hace los saltos de esquí. Y sin entretenernos mucho volvimos al barco a echar una cabezadita. Pero la tripulación nos tenía que contar muchas cosas por la megafonía a la hora de la siesta, con lo que no pudimos dormir en condiciones. Llegada la noche seguimos a lo nuestro hasta que, de nuevo, cerraron y empezó la jornada laboral de los polis. Sin incidencias destacables esta vez. Seguimos haciendo lo que nos dio la gana pero esta vez en silencio. Poco o nada dormimos porque a la gente le dio por jugar con el interfono. Otro juguete que no pudimos rechazar.

En fin, que nos lo hemos pasado piruleta. Los detalles los dejo para la privacidad.

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